En Madrid hay 153.101 viviendas vacías, lo que equivale al 10% del total de la ciudad, donde hay 1,5 millones. Sin embargo entre esa mole de edificios, 2583 personas están sin hogar, la mayoría recurren a los albergues para pasar las noches, pero casi un millar, 919 duermen al raso. Se cobijan en cajeros, túneles y puentes, lugares que no deberían estar habitados. Lugares delante de los que pasamos a diario se vuelven invisibles para algunos y hogares para otros.
Entre los años 50 y 60 muchos pueblos sufrieron una fuerte bajada de población, sus habitantes salían a buscarse la vida hacia otros lugares con la esperanza de tener un futuro más prometedor.
Mientras tanto y en plena sierra de Francia, Alejandro Martín apretaba el disparador de su cámara Yashica 44 ML para retratar a 388 habitantes de Mogarraz, su lugar de origen, con el fin de que pudieran tener una fotografía para poder hacerse el DNI. Estamos hablando de 1967, en pleno entorno rural, donde ni la accesibilidad a ellos, ni los propios recursos eran abundantes.
Muchos años después, el artista Florencio Maíllo, conocedor de primera mano de la historia de esta localidad recupera esos retratos y decide honrar la memoria de aquellos rostros anónimos que son los incuestionables testigos del envejecer acelerado de esos pequeños pueblos sin protección para muchos, pero llenos de historia para quienes se sumergen en ella. Ahora Mogarraz es un museo orgánico y viviente donde podemos ver las caras de aquellos protagonistas de su propia batalla, engalanando las fachadas gracias al don de Florencio.
El porqué de este trabajo es homenajear a aquellos seres anónimos que han cobrado vida en primer orden gracias a la generosidad de Alejandro Martín y posteriormente a la eternidad que ha dejado plasmada Florencio Maíllo. Sus retratos son el fiel reflejo de una España real pero desconocida por muchos, un humilde guiño a la vida en el entorno rural en el siglo XXI.
Mientras tanto y en plena sierra de Francia, Alejandro Martín apretaba el disparador de su cámara Yashica 44 ML para retratar a 388 habitantes de Mogarraz, su lugar de origen, con el fin de que pudieran tener una fotografía para poder hacerse el DNI. Estamos hablando de 1967, en pleno entorno rural, donde ni la accesibilidad a ellos, ni los propios recursos eran abundantes.
Muchos años después, el artista Florencio Maíllo, conocedor de primera mano de la historia de esta localidad recupera esos retratos y decide honrar la memoria de aquellos rostros anónimos que son los incuestionables testigos del envejecer acelerado de esos pequeños pueblos sin protección para muchos, pero llenos de historia para quienes se sumergen en ella. Ahora Mogarraz es un museo orgánico y viviente donde podemos ver las caras de aquellos protagonistas de su propia batalla, engalanando las fachadas gracias al don de Florencio.
El porqué de este trabajo es homenajear a aquellos seres anónimos que han cobrado vida en primer orden gracias a la generosidad de Alejandro Martín y posteriormente a la eternidad que ha dejado plasmada Florencio Maíllo. Sus retratos son el fiel reflejo de una España real pero desconocida por muchos, un humilde guiño a la vida en el entorno rural en el siglo XXI.
Generación X, Millenials, Xenials, generaciones que nacen con todo y que aún así tienen que demostrar de cara al público que son capaces de hacerlo todo, de hacerlo bien y de ser felices.
Generaciones ávidas de serlo todo pero incapaces de conseguir nada. Todos esos proyectos fallidos se reflejan en esta serie juntándolos con lugares abandonados. Aprender un idioma nuevo, hacer running, o cualquier otro deporte, baile o disciplina artística, tocar un instrumento … todo esto resumido con la palabra abandono.
Este proyecto se desenvuelve entre el
collage y la fotografía, teniendo como punto de partida la
reflexión sobre la infancia y la creación de una identidad propia
positiva. Esta obra parte de la experiencia de una infancia cómoda
en la que aunque es muy fácil caer en la alienación del ser la
busqueda del propio “yo” se hace necesaria. Cómo hilo central se
presenta un individuo principal y alrededor de él los demás
personajes aparecen inmersos en un entorno que en ocasiones ha
desaparecido, se encuentran perdidos desubicados y esperando ser
encontrados en este mundo de relaciones personales complejas y
anhelando la presencia del otro.